19 noviembre 2025

1972 - "Echeverría o el fascismo"

“Echeverría o el fascismo”: la frase que dividió a los intelectuales mexicanos en 1972

En marzo de 1972, los lectores de Excélsior encontraron en la primera plana una frase que sonaba a ultimátum histórico: “Echeverría o el fascismo”. La sentencia no provenía de un político, sino de uno de los periodistas y formadores culturales más influyentes del país: Fernando Benítez, director de La Cultura en México y figura central de la vida intelectual desde los años cincuenta.

La frase, breve y contundente, encendió un debate que dividió al mundo cultural mexicano. 


Medio siglo después sigue siendo una de las consignas más polémicas del periodo, un recordatorio de la tensión entre poder e intelectuales durante uno de los sexenios más contradictorios del siglo XX.

1972: el país entre la herida del 68 y el miedo a la derecha

Para entender el impacto de aquella afirmación hay que volver al clima de los primeros años de Luis Echeverría Álvarez. El país aún cargaba la cicatriz abierta de Tlatelolco; la confianza en el régimen estaba dañada y la relación entre el gobierno y los intelectuales era tensa, por decir lo menos.

Echeverría, sin embargo, había iniciado una estrategia de reconciliación: un discurso más abierto a la crítica, políticas culturales expansivas y un acercamiento directo a escritores, periodistas y artistas. Su mensaje era claro: con él, habría espacio para la reforma. Con otros —decía— vendría la represión de la “derecha dura”.

En paralelo, México vivía una ola de radicalización. Grupos guerrilleros emergían en Guerrero y Monterrey; sectores conservadores pedían orden y mano dura; y los servicios de inteligencia hablaban de conspiraciones internacionales. Cada quien veía fantasmas distintos, pero muchos coincidían en que el país tenía los nervios expuestos.

La entrevista que encendió la mecha

Es en ese ambiente donde aparece la frase. El 12 de marzo de 1972, en una entrevista firmada por Raúl Torres Barrón, Benítez lanza el dilema: o se respalda el proyecto de Echeverría, o México se desliza hacia el fascismo. La entrevista ocupó espacio destacado y fue leída como una toma de posición contundente del influyente editor.

Para Benítez, el dilema no era retórico: veía en Echeverría la oportunidad de abrir un nuevo pacto entre Estado e intelectuales; del otro lado, imaginaba el avance de una derecha autoritaria dispuesta a borrar conquistas democráticas. Su frase buscaba empujar a los escritores a definirse.

Apenas unas semanas después, el 4 de abril, publicó el artículo “El intelectual ante el poder público”, también en la primera plana de Excélsior. Allí matizó y justificó la idea: según él, el papel del intelectual era acompañar al poder cuando éste abría rutas para la modernización.

La frase ya estaba en circulación, era polémica y tenía un autor claro. Y comenzaba a generar grietas.

¿Por qué la frase se pegó a Carlos Fuentes?

Aunque no fue suya, la frase terminó asociándose a Carlos Fuentes. Durante el sexenio, Fuentes defendió a Echeverría en varios foros y entrevistas. Al escritor le preocupaba que México virara hacia un militarismo conservador y veía en el presidente una oportunidad para evitar ese desenlace. En 1974 aceptó la embajada de México en Francia, un movimiento interpretado —justa o injustamente— como alineamiento político.

La cercanía entre Fuentes y el presidente reforzó la idea de que él compartía el dilema de Benítez, aunque su discurso era menos estridente. Ese vínculo también tensó su relación con otros intelectuales, principalmente Octavio Paz y Gabriel Zaid, quienes rechazaban cualquier idea de que el gobierno de Echeverría representara una “opción progresista”.

Con el tiempo, esta pugna se convirtió en un capítulo clásico de las fricciones entre cultura y poder.

Las reacciones: adhesiones, críticas y distancia

La frase tuvo eco inmediato. Algunos intelectuales la adoptaron: veían el peligro real de un país que podía inclinarse hacia una derecha represiva. Otros la consideraron una exageración ingenua. Y algunos más, como Paz, la leyeron como un síntoma de la cooptación del mundo cultural por parte del Estado.

En el fondo, la frase activó una discusión que llevaba años gestándose: ¿cuál era el papel del intelectual en un régimen priista que combinaba modernización, control político y represión? ¿Acompañar al Estado cuando parecía abrirse? ¿O mantener distancia crítica sin importar el costo?

“Echeverría o el fascismo” se convirtió, sin que Benítez lo previera, en un parteaguas simbólico: cada quien se veía obligado a ubicarse a un lado u otro.

Un lema que sobrevivió a su momento

En 1972 expresaba un temor verdadero para parte de la élite cultural: el miedo a un viraje autoritario en plena Guerra Fría y con un país fracturado por la violencia política.

Más allá de su tono, la frase revela cómo el Estado mexicano buscó legitimarse a través de la cultura, y cómo los intelectuales debatieron —a veces con pasión, a veces con severidad— su papel frente al poder.

Benítez difícilmente imaginó que aquella línea lanzada en una entrevista quedaría como una de las consignas más citadas, debatidas y cuestionadas de toda la época. 


Medio siglo después, sigue siendo una ventana privilegiada para entender el nervio político de un México que intentaba reinventarse, aunque no siempre supiera cómo.

Hoy, desde el Poder, sin ser explícitos, se repite discursivamente el dilema: "Claudia o el fascismo".

:::


No hay comentarios:

Publicar un comentario